La
balsa de la Medusa de Théodore Géricault
No es cierto. No es tan
cierto. No debe ser tan cierto. No debe ser tan cierto pero lo queremos cierto.
Ya no es barlovento o sotavento, ni arriba o abajo. La muerte o la vida. La sed
o el ser. Allá a lo lejos, aquí tan cerca. Han dicho que viene la ayuda, el
viento nos dice que eso es falso. Los límites dejaron de serlo, nos hemos
carcomido desde dentro, y la sal ha aderezado nuestras carnes; no sé si divago
o jamás lo he hecho pero la vida que hemos comido ha sido un suculento manjar,
una vida a costa de otra no puede saber mal.
Aquí y allá murmullos y
gritería. Entre los resignados y los que aun anhelan una oportunidad. El mundo
se ha reducido, y es uno donde Dios está en tierra firme. La balsa es grande,
muy grande para mí y mi pesimismo. Donde unos yacen complacidos, en un dulce
sueño bogando en otro mundo, y los otros muy alerta bogando también en otro
mundo: el inhumano. Queriendo vivir después de haber matado, aun soñando
después de haber despertado la cruda realidad humana y yo, aquí acurrucado
queriendo sentir mi propia humanidad. Me siento mal de seguir vivo, me siento
bien de no haber muerto, es esta dicotomía que me ha mantenido cuerdo.
¡Estamos salvados! han
gritado. Los ausentes han respondido en su silencio, los moribundos en su
chapoteo entre el mar y el cielo y los aún con fuerza con mas vítores; yo
esperaré si es que es cierto y si no, también. ¿Redimirme y ser devorado?, o
¿vivir y seguir devorando? No lo sé, realmente no lo sé.