miércoles, 22 de febrero de 2012

Intimidad


Ya lo había encontrado. De espaldas lo encontró ahí, inmóvil. Desatinadamente vestido, indeleble ante la situación. Era el el protagonista de sus últimos sueños, de sus últimos duelos, de sus últimos días. Sin festejar; ahí lo tenia, ¡cuanto amor había en esa situación!, ¡cuanto anhelo!, cuan maravillosos serian los próximos minutos, cuan eternos los sentiría, después de tanto tiempo por fin, la esperanza cobro vida. Sin titubear ni dejar pasar ningún instante se abalanzo sobre su persona en un abrazo inmortal que lo llevaría al placer máximo. Rasgarle la camisa, tocar su pecho desnudo, rosar sus mejillas con sus labios, en una danza sistemática de amor-odio, de recuerdos y reacciones así. Seguía el baile que podría ser considerado amoral, pero que solo era el reflejo de una pasión muy viva, que se remonta a varios años de corazones en alerta. Sus cabellos seguían balanceándose al compás de sus movimientos, ahora, los dos torsos desnudos sudaban desenfrenadamente con ahínco e insubordinación de ningún bando, los pies, ora embarrados de lodo, ora embarrados de tierra no mermaban sus ansias. Después de un rato de inexorable necedad una irremediable penetración tuvo efecto y lugar en uno de los dos hombres hambrientos de amor, amor vengativo, amor fatal, amor por la ruina del otro, si, amor en si, la daga sedienta de un color escarlata atravesaba el abdomen del vengador. Nada mas intimo que un abrazo que llega hasta los mas recóndito de la existencia de un hombre, lo mas intimo en este mundo no puede ser mas que el de dos seres después de una cruenta guerra, uno encima del otro, esperando un inaudible gemido. Con sus bocas casi pegadas, como listas para un beso ultimo, un beso mortal, y como tal, un beso en la mejilla del otro, no premeditado, sino causado por la ya ausencia de vid, de energía en el enemigo, la daga ha cumplido su trabajo, el vengador ahora siente una gran atracción hacia el vencido, nada lo puede separar de el. El mismo le ha dado un boleto de no regreso, creando un lazo de intima fidelidad al ahora muerto, vencido. Se queda aun un rato con el encima, pensando en la conclusión de tanto tiempo en su búsqueda por ese instante, de ese momento afín, el mismo que hace que le envuelva una incertidumbre por los tiempos venideros. Ya quisiera levantar de nuevo a su enemigo, alejarlo y volver a empezar la búsqueda, esa búsqueda de venganza que lo mantuvo vivo los últimos años, los últimos siglos, el final es el comienzo del miedo, la desesperanza en pleno. Aun así, recobra sus fuerzas, entierra al vencido, mira alrededor, un silencio sepulcral le rodea, ¿que hacer? le pregunta al que se fue, lo extraña, quiere respuesta, se sienta a pensar, se acuesta entre el montón de tierra, remedo de tumba, no quiere pensar, entrecierra sus ojos, y al cabo de unos momentos se duerme, ahora si para siempre...

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