jueves, 26 de enero de 2012

μωρο


En la ciudad

Cuando después de llorar me canso

no veo lugar común a mi alrededor

los conceptos me son ajenos

como yo lo soy a mi alrededor.

El eco de la plaza

es lo que me acompaña.

Los murmullos del ciudadano

son tan alejados.

Que va del vientre tibio,

a una fría loza de mármol.

La culpa entonces la traigo

innata.

Por ser un remedo de Hefesto

en vez de prodigio de Apolo.

Lloro y lloro, siempre solo

La muerte será mi único

remedio.

En el campo

Yo también tuve como

principio el llanto.

Fue un principio muy largo

y con el llanto siempre de sayo.

Yo si vi la soledad. Jamás

presencie una Ninfa.

Aun estando en sus dominios.

Entre matorrales frescos,

y animales furtivos.

Donde las sombras deambulan

y hacen colores festivos.

Mi cuerpecillo atroz quedo.

Para siempre entre Esparta

y Calamata.

Con culpa y castigo, por no

ser de una estampa grata.

Y tan viles como nosotros

tan miles como los sanos

Tantos seres desgraciados

Que jamás tuvieron perdón.

lunes, 16 de enero de 2012

Sueña Zakun

Este escrito tenía pensado hacerlo desde hace tiempo, como un pequeño homenaje a uno de mis grupos (o dueto) en español favoritos: Vainica Doble. Basó la historia en una canción llamada como el protagonista Guru Sakun Kin Kon y que cuenta de cómo un joven idealista espera de buena gana a algún ser de lejanos confines para beneplácito de su curiosidad, aunque como se ve, no le dio buenos resultados a Sakun. Tito Rosales.


Sueña Sakun


De nuevo un sueño torvo le hacia incorporase de prisa en su lecho. Habíasele presentado otra vez ese par de seres extraños con aspecto fantasmal en la vigilia. Haciéndole dar cuenta que no era un simple fruto de la imaginación, sino algo que realmente intentaba entablar comunicación. Tal vez con el, o con su raza, sintiendo en su interior un sin fin de sentimientos encontrados. Desde el miedo a la fascinación.

Era ya la hora del desayuno, y como era costumbre en esa casa, la familia se reunía con aire solemne al banquete. Con un metodismo milimétrico cada cual iba ocupando su lugar en la mesa: Padre a la cabecera, madre a su lado y el pequeño Zakun. El joven de los sueños recurrentes, amante de la ciencia ficción y astrónomo por afición frente a ellos. La familia Kin Kon era de la más longeva de la región, influyente y de noble condición, residente de la prestigiosa zona de Ishtar, una altiplanicie muy cotizada en esos tiempos de vicisitudes climáticas Gracias a su estratégica ubicación donde se disfrutaba de un clima calido y ventoso la mayor parte del año.

Guru Zakun, el joven heredero de los Kin Kon contaba con premura los distintos sueños que había tenido a lo largo de las semanas; donde dos seres de aspecto pálido y delicado se le presentaban, entonando unos cánticos extraños y lejanos, incomprensibles para el. Sus padres, condescendientes, al ver el ahínco con que el muchacho contaba sus anécdotas, lo miraban con tono comprensivo, y alucian estos sueños y demás historias a la afición de este por los cuentos espaciales que tantas noches lo consumía sin parar. Pensaban ellos que como en muchos casos, de un momento a otro Guru Zakun dejaría al olvido en un polvoriento rincón los miles de volúmenes de novelas y cuentos que tenia, al verse convertido ya en un ser maduro con sus respectivas responsabilidades y vivencias. Enterrando para siempre esos universos fantásticos en los que creía con tanta fidelidad y esperanza.

Pero no era momento para pensar en ello todavía, Guru invertía todo su tiempo y energía a la búsqueda de respuestas. En el desglosamiento de sus sueños, y más aun, en el encuentro con esos seres. Un encuentro que podría cambiar para siempre el curso de ese calido planeta suyo, y el de otros tantos, que suponía era el hogar de esos míticos y grandiosos entes de orden superior que tanto anhelaba conocer.

* * *

Como todas las mañanas, después del desayuno. Guru se encaminaba hacia el monte, a hondear en el horizonte, analizando a lontananza en busca de algún indicio. Algo, una señal, por tierra o por cielo. Encuadraba detenidamente cada rincón de sus múltiples ángulos de visión con la esperanza de divisar algo fuera de lo común. Pero nada. Otra mañana sin encontrar resultados, sin embargo, esto no hacia mella en el espíritu de aventura de Guru Zakun, cada día, sabía que podría ser su día.

Por alguna extraña razón, esa jornada de sueño, ni algunas otras había vuelto a soñar con los seres extranormales de los que se había habituado. Más bien, placidamente dormía toda la jornada sin el más mínimo sobresalto. Lejos de tranquilizarlo le preocupaba el hecho de que posiblemente se hayan olvidado para siempre de el y de su amada civilización. De la cual se había autonombrado embajador cuando llegara el día que decidieran hacer contacto los seres misteriosos con su planeta natal.

El padre de Zakun, había notado el cambio de ánimo de su primogénito, causa sabida de la perdida de esperanza de este por los dichosos extravenusinos. Reacomodando en su habitación sus amadas novelas, Guru Zakun suspiraba con desden al observar felices en las portadas de sus libros como venusinos y extravenusinos se daban calidos abrazos de fraternidad, augurando una era de cooperación y aprendizaje mutuo. El se veía entre esos elegidos para dar el primer saludos a los visitantes externos. No perdía esperanzas, pero tampoco las realzaba, estaba en un limbo sentimental por las cosas de más allá de las nubes de dióxido de carbono que circundaban su planeta.

* * *

El día pintaba muy bien. Era un día amarillo sepia donde el viento calido arrobaba la vista. El campo naranja se extendía en todo el esplendor y a Guru Zakun se le reavivaron las ganas de observar. Solo seria un paseíto casual para despejar la mente, solo eso. Al rato de su andar, un ruido de lo más extraño le zumbo por todo el terreno. Confundido Sakun volteo hacia todos lados en plano horizontal en busca del confuso estertor. Nada. ¿El suelo? Nada. ¿Y el cielo? Allá. Entre dinámicas nubes y tambaleantes elípticas diviso un disco volador, ajeno a cualquier tecnología que habíase visto por la región. Este, rápidamente lo interpreto de origen desconocido. El vacilante objeto aterrizaba ya a algunos cientos de metros frente al pasmado investigador amateur. Sakun, al asimilar tan extraordinario encuentro fue corriendo frenético a recibir a los seres míticos que desde siempre había estado esperando.

La escena de Guru Zakun Kin Kon atravesando el valle, entre piedras sueltas y polvaredas se podría apreciar en cámara lenta. Dibujada una gran sonrisa en su rostro, lejos ya de algún resquicio de miedo o estupefacción, sus tres mil dientes refulgían al sol llameante. Nunca un objeto se le había vuelto tan lejano y cercano a la vez. Sin claudicar, sus ánimos crecían, sus manos membranosas se expandían más y mas para ese abrazo fraternal con algún dragón de plata que pudiera salir de aquella lata de gran dimensión. Ese encuentro quedaría para la posteridad. Grabada en los próximos libros sobre astronomía y de ciencia ficción donde alguien decidiría partir de ese encuentro para inmortalizarlo en otras tantas aventuras aguerridas y de heroísmo sin fin.

Un frenon dio por terminada la maratónica jornada previa al encuentro. Jadeante Guru Sakun se incorporo de inmediato al ver que de aquella lata humeante y centellante se habría una portezuela tímida. Un vapor blancuzco envolvió el marco oscuro chispeante desde donde un par de tubos plateados palpaban el suelo rojizo donde se había asentado la nave. Luego al dispersarse el vapor, un ser parecido en fisonomía a los seres de ensueño de Guru pero envuelto en un montón de fierros y cables que seguían despidiendo vapor se adelanto mirando hacia todos lados através de un casco inmenso con una abertura de vidrio opaco haciendo ruidos extraños. En sus manos, aun temblorosas por el tórrido viaje se apreciaba un canuto metálico de uso desconocido pendulante ante el viento canicular de la región.

Guru estaba a uno metros delante del viajero extraño, con su ojo de la frente muy abierto, sin perder detalle de los movimientos vacilantes del visitante. Al cabo de un rato, el polvo, humo, vapor y demás se asentaban y el ser pudo enfocar claramente hacia Sakun. Como rayo paralizante, el astronauta se quedo estático. No hizo ademán para un abrazo, ni siquiera un saludo. Sakun que veía en el ser un ente horrendo, muy ajeno a aquellos dragones apuestos que se había imaginado para su encuentro. Pero, que en nombre de la astronomía estaba dispuesto a aceptarlo así con su rareza y fealdad en pos de un mejor futuro. En un abrir y cerrar de su ojo el extravenusino había desaparecido, corriendo con dificultad justo al lado contrario de donde se encontraba Sakun, para sorpresa de este, que esperaba toda una ceremonia, como las que mínimamente se esperan en un encuentro entre civilizaciones de este calibre. Guru siguió detrás de el, con un signo de interrogación en el rostro y mirándolo con estupor. Después de buscarlo por un rato, el astronauta firme y gallardo salía detrás de una roca grande apuntándole con el canuto metálico directo al corazón. Guru Sakun se confundía más. Tomo ingenuamente ese movimiento amenazante como una forma de saludo extraño del planeta hogar del visitante. Entonces Sakun haciendo homologia de este, extendió sus manos membranosas asiendo un ruido como de ¡chop chop! en pos de abalanzarse para recibir el tan esperado saludo.

Al momento de estar mas cerca del visitante Guru Sakun miro como desde el cilíndrico artefacto que tenia en sus manos el cosmonauta una llama tomaba una forma gigantesca, envolviéndolo completamente, donde la temperatura subía cada vez mas y mas. Acogedora al principio, Sakun sintió con placer la forma tan peculiar de saludo que tenia el ser. Al cabo de un segundo, el placer se convertía en dolor, desesperación y confusión. El corneo caparazón de Guru Sakun Kin Kon se derretía. Y en un dolor tan indescriptible como aquella escena ceremoniosa Guru grito para si: “mártir de la ciencia soy”. La llama envolviendo todo su alrededor fue lo ultimo que logro divisar junto con la silueta borrosa de aquel visitante que supuestamente tenia que haber cambiado el futuro de su planeta.

* * *

Los pobladores de Ishtar al cabo de un rato de buscar la zona de aterrizaje del extraño aparato dieron con el lugar. Al llegar a la zona, solo encontraron vestigios minerales humeantes de lo que alguna vez fue un joven astrónomo de buen corazón fascinado por las historias de ciencia ficción. Una huella circular de polvo removido por alguna fuerza de despegue y un artefacto metálico en forma de bandera con el dibujo de un planeta parecido a Venus, pero no de colores sepia y rojizo, sino de verde con azul.

jueves, 5 de enero de 2012

Bastión


Tenía ya rato extraviado contemplando la copa de vino. Recostado en una silla de playa, tomando un inusual baño de sol, algo extraño en aquellos parajes oxidados. El simplemente había salido a sentarse como todos los días, a recoger sobre su cuerpo la brisa helada a la que se había acostumbrado por tantos años (por tantos siglos). Cuando de pronto en brecha celestial los ases de luz se presentaban revoltosos, haciendo mancuerna con aquellos vientos muertos, creando un multisentimiento inesperado.

Su esposa, de pie, algunos metros atrás lo miraba. En la mano izquierda sostenía una limonada fresca recién preparada y en la otra un viejo libro de cuentos. La mano de la limonada temblaba nerviosa esperando una reacción de su absorto marido. Algo que no sucedió. Le dio un trago a la limonada y puso libro y vaso en el césped azulado. Acercose a su hombre dándole un leve masaje en los hombros viejos. Con sus manos arrugadas. Aquel par de viejos, disfrutaban nerviosos de ese baño de sol inesperado.

La vieja casa de la colina tambaleaba. Como pasos de gigante un ligero temblor hacia vacilar aquellos años invertidos en aquel recinto. Rodeada de vastos muros cuasi impenetrables albergaba desde hacia incontables ayeres a la pareja. Perdida y alejada de todo rastro de vida global. Con una autosuficiencia metódica, al trote de llevar una vida natural, o a lo más que se pudiera llegar en aquellos turbios y apocalípticos tiempos. Pero. Nada es para siempre, y ellos siempre lo habían sabido. Fuera de las fronteras de su amor un mundo desbaratado en codicia e ignorancia pura se desgajaba por miles de millones de guerras mundiales, pestes, hambres y canceres. No había ya que salvar. Solo ellos mismos. Años y años solo para ellos dos. Treinta, cuarenta, cincuenta. Los números ya no valían. El tiempo se había detenido, morando por ahí en placida efervescencia. Iba y venia. Por el solar, por la casa. Con ellos bailando, leyendo, amando. Y siempre mirando hacia arriba, atentos. Ahí al ras no había ya nada que mirar. Pero arriba, las estrella aun seguían en su tapete, ellos lo sabían. Lo sentían, lo anhelaban. Y en un par de ocasiones, tal vez tres, lograron divisarlas por algunos instantes, en alguna noche de claridad entrecortada. Cuando las tenues nubes perennes se descuidaban, ellos habían estado muy atentos.

Ese día de claridad canicular el mundo se daba cuenta de ese último bastión. Los viejos lo sabían, siempre supieron que ese día tendría que llegar. Jamás supieron cuando pero siempre habían estado preparados. Y ese día lo estaban. La turba clamaba por hambre, por sed, por odio. Tantos años aquel paraíso escondido, tantos años haciéndose pedazos entre ellos sin recular en aquel lugar de sueño perdidos. Violando lo que quedaba de fertilidad en la patria, bebiendo hasta el tuétano de sus otrora incubadoras de vida. Donde ya ni la lluvia se había dignado a aparecer con alguna frecuencia. Todo eso y más despertaban los furores de una humanidad arrastrada y esquelética, victima de si misma, y, que en vez de negarse tan viles contracciones sentimentales, las enraizaba aun más. La lección no había sido aprendida, ya no. Ni tiempo para aprender, ni tiempo para morir. Le sobrevivía, eso si, sin inmutarse la soberbia. Esta seguía germinando en aquel rescoldo de sociedad a cada instante. Donde lo verde, azul, amarrillo, ¡rojo! habíase monocromatizado en grises y sus derivados. Rostros sin ímpetu estival. Solo frialdad esporádica, egoísmo, horror, miedo y odio.

La aglomeración tumultuosa daba con todo a los muros del lugar. Sabían que dentro les esperaba un mundo nuevo, una nueva oportunidad de supervivencia. Aquella pareja de carcamales que egoístamente habían ocultado la salvación de la humanidad debían de sufrir las más altas consecuencias por tal irresponsabilidad. Y ellos, la muchedumbre serian los heroicos verdugos de semejantes truhanes. Después de haber saciado claro sus más elementales necesidades. Los potentes muros por fin caían ante el tumulto, presa de la algarabía la masa barría con todo lo que encontrara a su paso, en frenética búsqueda de alimento y agua. Manos grises y desesperadas vaciaban ya las alacenas, trojes y bodegas que fueron encontrando. También así una pequeña huerta hidropónica, destruyendo en la revuelta aparatos, estantes, cuadros, recuerdos, paredes, jardines, muebles, vida y autorrespeto. Una gran cisterna fue vaciada en instantes, saciando solo a una ínfima fracción de la muchedumbre. Resultado igual había ocurrido también con la comida, no habría ni para comer ni producir ya. El tumulto no conoce razones, y la razón se esconde ante la desesperación. De pronto se vieron todos, de pie. En silencio, con sangre en las manos y dolor en el corazón. No hubo instante de gozo, ni de albricias duraderas. El último rescoldo de una humanidad olvidada era borrado sin más. Y para siempre.

Desde arriba, con una pasividad inquebrantable la pareja de ancianos observaba a la turba, en un mezzanine reforzado. Preparado exiguamente para testificar la redención o la culminación final de la que aun se podría llamar raza humana. De pie, ante lo último de lo último, abrazados, mirando a los demás, como quien ve a un animal triste después de comer su único bocado con mirada condescendiente y lágrimas recorriendo su rostro sin dejar de apretarse fuertemente, solo les quedaba observar.

Alguien del tropel alcanzo en su miseria a divisar a los ancianos, y en un coro multitudinario de odio se abocaban a destruir a los más grandes egoístas que habían pisado la tierra. Mas era inútil, la ultima fortaleza de la ultima fortaleza de la tierra estaba muy bien protegida, alejada ahora si de ellos. De su odio e impotencia. La muchedumbre ansiosa, se dio por destruir lo que había sido por unos instantes su esperanza de salvación. Los ancianos seguían mirando, con conocimiento previo de las acciones desesperadas de la que caerían presos estos seres antes llamados gente. Resultaban las paredes de dentro mucho mas resistentes de lo que habían sido las exteriores y al poco tiempo habían dejado la alocada empresa de destrucción. Al cabo de unas horas o días, la turba iracunda se alejaba y la vieja casa de la colina se unía en color y forma al resto del mundo monocromático. El césped azulejo, la silla del jardín, el vaso con limonada y el libro de cuentos se perdían para siempre entre las ruinas de una civilización hundida.

Arriba, en el mezzanine, se bebía una última botella de champagne, en una mesa para dos a la luz de una vela amarillenta rodeada de algunos cientos de libros. Al dar por terminada la copa de champagne el viejo matrimonio se recuesta en una bella cama, cómoda como una nube. El señor mira a su pareja, como leyéndose la mente ella asiente con lagrimas felices corriendo entrambos. En un rustico buró al lado de la cama un botón rojo es activado. Por los conductos del aire una niebla traslucida invade el lugar. Ella lo abraza, respirando hondo un mortífero gas en un último beso. Así abrazados, sonriendo en esos instantes, ahora si. Contentos de ser ellos mismo, el ultimo resquicio de una humanidad amorosa se duerme para siempre ante el vaivén de luz y sombra que la ultima vela de la tierra les ofrecía.

lunes, 2 de enero de 2012

Nuevo año, mismo sol

¿Ser o someter?

No podría ver cuadro más bohemio,

que hasta en la ropa me trasfigure,

siento derepente extrañeza y alivio.

extrañeza por que eso de ser bohemio

me da una sensación de ataúd, de estar

entrando en un claustro de moderada

envergadura, si, eso de la intelectualidad

nunca ha ido con mi esencia (quiero creer)

y mejor (aunque se escuche muy intelectuado)

me pierdo en conceptualizaciones y yuxtaposiciones,

de términos, de palabras, galimatías gramaticales

inverosímiles, a veces hasta inventando palabras

o peor aun, haciendo sincretismos entre la ignorancia

y la lucidez hago mi propio mundo de definiciones

y conceptos. Ya lo decía Unamuno: no pueden matarte

en tu propio mundo. Esa es la parte que me da extrañeza

y confort, la otra cara es la de la sensación de alivio. Si, al ver

a tanto esforzado por ahí, entre libros y cafés, entre

semestres y maestros, sofistas, sofiestas de debates,

declives, discrepancias, arrogancia, soberbia y ultraje.

Si, esos bohemios creados por programas escolares, por

tareas con buenas notas, con libros leídos a la fuerza. Y no

es que sea malo, eso ya trasciende mas allá, simplemente

que al querer esforzarse por ser algo, y peor aun, simplemente

para sobresalir, encajar, cuadricular se deja una esencia.

Y si es que la pueden tener, y yo, aquí estoy igual, entrometiéndome

en un plano que tal vez jamás pueda entender: el del ser y el someter.

Y mientras tanto mi cuadro bohemio se sigue desarrollando, Cannonball Adderley

no ha dejado de tocar, mi café sigue caliente, y

mi tristeza ahí esta recostada en la cama.


* * *


Sonrisa que da alas

De repente podría empezar a contar

todos tus dientes

cuando me muestras esa tu sonrisa,

y es que se queda

impregnada tanto en la memoria que no seria problema el

recordar cada detalle de esa gesticulación…

Esa tu sonrisa que envuelve tanto halo, que por si sola

pareciera decir todo y a veces nada, pero que ahí esta.

Y no se ira, no mientras escriba esto,

por que ya llevo en mi conteo ocho incisivos,

un par de caninos, algunos molares, premolares

y tal vez alguna del juicio. Que de eso haces

que pierda un poco cuando me enseñas

la sonrisa. Ahí mostrados como perlas

entre terciopelo, ese terciopelo que son

tus labios, y que hace que vacile entre mirar

o contar, casi tentar y huir. Sigue sonriendo.

pinta tu cara, aclara mi vista. Sigue siendo…

sobrenatural.


* * *

Por qué te ríes como santa Claus?

¿Por qué tus sienes se dilatan al verme aparecer?

¿Por qué tengo que preguntar? si realmente no siento

un interés genuino por las respuestas. Bueno pues,

de que vamos, si ya empezamos a escribir, si ya

terminamos de formular y si ya formulamos el comienzo,

por ahí dicen “va de nuevo y de raíz”, pero por ahí siempre

dicen muchas cosas, y a veces lo mucho me atosiga, me insta

a quedarme en pausa, como en exhibición de un museo,

como hipnóticos pasos de zapatos de tacón cubano en un pasillo

de duela hueca, con la mano en el mentón y fingiendo que pienso,

(me pongo a pensar que si no pongo mi mano en el mentón no podrán pensar que pienso y si no piensan que pienso yo mismo no podre pensarme que me pienso, y si no pienso no podre pensar en ponerme la mano en el mentón para hacer pensar que pienso) Simple silogismo, fiable deducción, terribles consecuencias, bueno pues, tal vez cogito ergo sum no suena tan descabellado después de todo, tal vez el pensar pueda

llevarme a algún sitio, tal vez el dormir pueda hacer que aclare mis insomnios, y puede que poder, solo sea pensar que se puede.

* * *


¿Cómo se pierde en un juego de besos?

¿Cómo se dejan unos labios así de zarpazo?

Y ¿Cómo explicar luego, como analizar las reglas

y como saborear luego la derrota o la victoria?, al

saber, sentir y hurgar tu sabor dentro de mi?

Con una sonrisa rica, amable y social, con un

penetrante olor a menta, con un olor a muerta,

un olor de muerta la desdicha, y envolverme,

por un instante, por un milenio, por cualesquier

cifra en ti, en mi, en dos, en lo que somos o seremos,

o fuimos, labios: medio de transporte etéreo a ciudad

tranquilidad, ahí, donde el corazón da mas latidos,

da mas bramidos, y gestos, leguas de lenguas, para mi

para ti y para todos, perder o ganar, ganar y amar, halar

y perder, así, como sea, pero contigo y con tus labios



* * *

Estaba a punto de mostrarte de mis cualidades las mas baratas

Las mas cercanas a la realidad, de esas que no te asustan o te crearían nauseas, como un perfume barato o un coctel de vanidad. Urge en mis mangas

buscándome un as, saque mis bolsillos, en mis zapatos, aparte mi ego,

fuera camisa, repare en mi talento, adiós pantalón, recobre mi aliento,

y van las polainas, quede desnudo, con frio pero contento, con tu mirada

tibia me reconforte, con una sonrisa me derretí, tu me viste y te vi, y no

quedo nada que mostrarte, todo te lo di, lo analizaste, sentiste, viviste,

-Así soy yo- te dije-¿Qué te parece? No dijiste nada, te pusiste lo que era

mío, me abrazaste y fundidos fuimos uno mismo, por el tiempo y forma

que fue necesario.