A mi Amada, no. A mi Amante pues aún nos amamos:
Déjame
escribirte algo, en un intervalo entre beso y beso
que siento que
pasan años al no sentir tu piel en mí.
Yo no
desperdicio nada pues mi pensamiento es tuyo,
y será cosa de
un segundo, o toda una eternidad sin ti.
Pero yo me
desespero, si mis labios son lejanos y
tengo que
decir -te amo- para enlazarme a los tuyos
y ante de que
tu repliques y me digas -yo también-
ya de nuevo
están mis labios sobre tus labios y tu piel.
Más de tu sonrisa
Hoy he visto
tu sonrisa, y me dijo tantas cosas.
Me mostró un
gran universo, mil futuros y mil pasiones.
Tu sonrisa
sinestésica, que la veo y me ha tocado,
que la palpo y
me susurra:
-¿qué más
quieres, si me has hecho que aparezca?
-que nunca
jamás te vayas-. le respondo.
Y ha crecido
aún más. Y yo me hago tan pequeño,
como siempre
me he sentido ante una inmensidad.
Que poder tan
fortuito, pues aunque sepa siempre
qué es una
sonrisa cada que la veo me emociona de
manera
distinta.
Eso está de
agradecerse, pues la sonrisa de la amada
no será
cualquier sonrisa, jamás. Serán vitaminas y
minerales,
proteínas y albricias. Todo bien balanceado
para un mejor
aprovechamiento. Es la vitamina D.
De de días de
sol, de diamantes como dientes y
de dientes de
dulzura, D de danzas amorosas
y de
duermevela entre tus labios.
Esa es tu gran
sonrisa.
Resbala la sábana sobre tu piel
y la escucho murmurar renegando de la misma.
Su hechura no te llega, ni con algodón o lino
a la seda que es tu piel.
Se oye un crujir de madera, es la cama ante
el peso de lo que es nuestro. La gravedad
nos quiere terrenales, no concibe que
flotemos entre besos y sudor.
El abanico gira fuerte, quiere imponer
su ruido ante nuestra frase
–te adoro mi amor-
pero no lo logra, nos escuchamos perfectamente.
Ya aclara un alba impropia. Quiere traer luz
a una oscuridad compinche. Donde los
susurros son linternas y las manos nuevos ojos.
Nada de eso sabe, que el amor ya está más
que hecho, que se vengan hecatombes
o una realidad sin freno.
Aquí dentro en nuestras pieles tenemos nuestro
mundo más perfecto.
Tito Rosales
Obra: Templanza y corazón. Óleo y tinta china. Autor: Tito Rosales |