En la ciudad
Cuando después de llorar me canso
no veo lugar común a mi alrededor
los conceptos me son ajenos
como yo lo soy a mi alrededor.
El eco de la plaza
es lo que me acompaña.
Los murmullos del ciudadano
son tan alejados.
Que va del vientre tibio,
a una fría loza de mármol.
La culpa entonces la traigo
innata.
Por ser un remedo de Hefesto
en vez de prodigio de Apolo.
Lloro y lloro, siempre solo
La muerte será mi único
remedio.
En el campo
Yo también tuve como
principio el llanto.
Fue un principio muy largo
y con el llanto siempre de sayo.
Yo si vi la soledad. Jamás
presencie una Ninfa.
Aun estando en sus dominios.
Entre matorrales frescos,
y animales furtivos.
Donde las sombras deambulan
y hacen colores festivos.
Mi cuerpecillo atroz quedo.
Para siempre entre Esparta
y Calamata.
Con culpa y castigo, por no
ser de una estampa grata.
Y tan viles como nosotros
tan miles como los sanos
Tantos seres desgraciados
Que jamás tuvieron perdón.
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