jueves, 26 de enero de 2012

μωρο


En la ciudad

Cuando después de llorar me canso

no veo lugar común a mi alrededor

los conceptos me son ajenos

como yo lo soy a mi alrededor.

El eco de la plaza

es lo que me acompaña.

Los murmullos del ciudadano

son tan alejados.

Que va del vientre tibio,

a una fría loza de mármol.

La culpa entonces la traigo

innata.

Por ser un remedo de Hefesto

en vez de prodigio de Apolo.

Lloro y lloro, siempre solo

La muerte será mi único

remedio.

En el campo

Yo también tuve como

principio el llanto.

Fue un principio muy largo

y con el llanto siempre de sayo.

Yo si vi la soledad. Jamás

presencie una Ninfa.

Aun estando en sus dominios.

Entre matorrales frescos,

y animales furtivos.

Donde las sombras deambulan

y hacen colores festivos.

Mi cuerpecillo atroz quedo.

Para siempre entre Esparta

y Calamata.

Con culpa y castigo, por no

ser de una estampa grata.

Y tan viles como nosotros

tan miles como los sanos

Tantos seres desgraciados

Que jamás tuvieron perdón.

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