martes, 20 de diciembre de 2011

Rubel

Quiero bautizar este blog con un pequeño cuento nombrado Rubel. Es todo.



Rubel

Habíase sentido de pronto invadido, sentía que algo no encuadraba en su lecho; ahí, recostado, palpaba un desnivel inusual, en un colchón que le presumía de ser nuevo. La incomodidad se resentía. Moviéndose de un lado al otro, siempre boca arriba, siendo esa la posición que mas le había agradado esa vez no terminaba de satisfacerlo. Ya acomodaba el almohadón, estiraba las piernas, manoteaba y seguía con ese bulto bajo su espalda que le encorvaba el ánimo y la noche. Una y otra vez, con respiración agitada no encontraba su lugar, en un lugar que siempre había sido suyo. Esa noche, no seria su noche.

Despunta el alba y las pupilas se dilatan, un par de horas de sueño, y la realidad se presenta frugal. Se va al cuarto de baño, se afeita las cejas y se lava la nariz, se pone pasta dental en el cabello y hace buches con la loción. El espejo no miente, todo esta en orden. La hora del trabajo ya esta y emprende la marcha. Paso ajetreado, nomenclaturas burocráticas, jerga oficinista, bromas esporádicas capitalistas y una jornada tolerante pero cansada. La noche se acerca y Rubel piensa en su descanso, el colchón incomodo y lo largo que será la noche si no encuentra ese resquicio de tranquilidad que tanto necesita.

Sus pasos se entronan en el corto pasillo de su departamento, el olor a humedad que siempre ha caracterizado a ese tipo de recintos lo acoge. Es su espacio, es su humedad. Como dicta el protocolo del arribo al hogar, suelta la mochila, se quita el saco, camisa, y se dirige al tocador, a inspeccionar si sigue siendo el mismo de siempre, o que algo de sorpresa le haya cambiado. El espejo sigue sin mentir, sigue siendo el mismo pero un poco más viejo y desaliñado, desplaza sus manos por su rostro, intentando codificar sus muecas repartidas; da un respiro profundo y relaja el alma. Da un leve vistazo a su cuerpo, pecho, tripa, hombros, cuello. El miedo a cambiar, a desnivelar el compás de su módica existencia le ordenan siempre darse un examen rutinario sobre si mismo. Todo parece en orden, salvo una pequeña protuberancia en su omoplato izquierdo, no mucho, no tanto como en otras ocasiones, algo pasajero se dice. Sabe que esa es la causa de su mal dormir, pero esta noche puede ser diferente, Rubel se va a la cama. Solo. A la cama, solo. A soñar… solo.

Despierta… solo. Mencionar la palabra despertar es solo un modo de decirlo. De nuevo esa protuberancia inocente no dejo descansar su fugaz existir. Más aun, siente en su omoplato derecho otra parecida y con ritmo creciente acelerado. El pecho se le remueve, la sola idea de un cambio potencial en su vida, el solo resquicio de una diferencia en su visión cosmológica no tiene cabida en su mente. Ir con el medico, plantearle el problema, someterse a análisis y esperar los resultados. Eso, si, eso si lo puede hacer, e inmediatamente. De ya, a con el medico.

Nada de que preocuparse, simples quistes radioactivos originados a una malsana exposición a la tenuevision, su viejo amigo cuadrado encargado de darle sosiego y ocupación en su tiempo libre. Con una dosis moderada de medicina patentada esos molestos inquilinos estarán fuera de Rubel en una semana a más tardar. Por lo demás, todo marcha como debe marchar.

Afortunada noche la anterior, después de haber llegado rendido de otra jornada laboral, Rubel cayo en su cama y durmió sin vacilar toda la noche, sobre la mañana, al primer murmullo del alba se incorporo sobresaltado, victima de un mal sueño, pero donde al fin y al cabo este había mantenido como lo que había sido: solo un sueño. Y ya era de mañana. Matutinamente se dirigió al tocador a prepararse para otro día de labores, y cayo en cuenta que después de haber seguido al pie de la letra el tratamiento contra los quistes radioactivos, estos habían desaparecido por completo, ni cicatrices habían dejado de recuerdo los indeseados huéspedes. Satisfecho de ver todo vuelto a la normalidad, Rubel toma su desayuno, cumplió en su trabajo y regreso en la noche a ver el noticiero reportando desaparecidos sin sentido, un poco más de lo inusual. Aun así se duerme placidamente en su cómoda cama como hacia tiempo no lo había podido hacer.

La ciudad se veía cada vez más pequeña, surcaba una brisa tibia a través de su cuerpo, dentro de su ropa, cual seda nueva. Rubel expandía los brazos, queriendo tomar cuanto cielo estuviera a su alcance. Los inmensos edificios bailaban a su compás mientras abajo los tristes humanos aun usaban los pies y atiborraban las tiendas. No había dejado el suelo desde que era cargado en brazos de niño, y había olvidado la sensación que daba el estar alejado de la gravedad. El cielo no era el limite, nubes, vientos, aces de luz, cual globo de helio las corrientes lo meneaban de acá y allá, Rubel era el, y el sueño se iba terminando.

La sensación de estar dormido sentado lo habían hecho despertar de aquel sueño. Habíase sentido de nuevo incomodo por algo que surgía de su espalda. Pero ahora con mayor protuberancia que con los antiguos quistes, Rubel no creía lo que se estaba tocando, ya no eran solo simples granos grandes los que se presentaban en su espalda, tenía la sensación de tener algo pesado y con mayor tamaño saliendo de sus omoplatos. La respiración se aceleraba, el pulso se le hacia mas insoportable, no hacia mas que fracción de segundo en que placidamente soñaba con volar y alejarse para siempre de esa extraña realidad a la que ahora volvía mas recargada que nunca. Se incorporo de un salto y se dirigió veloz al tocador, tenia que saber que lo que le estaba sucediendo. Al alcanzar el espejo y voltear el torso para contemplar su espalda desnuda observo horrorizado como dos grandes alas con plumaje se desarrollaban vertiginosamente ante sus mismos ojos. Un presincope le recorrió por todo el cuerpo, una multitud de imágenes y situaciones se postraban ante el, y el terror ocupo su mente. Aun era de madrugada y la oscuridad reinaba en la ciudad. Derepente, una serie de gritos de horror se colaban a través de la ventana de su departamento, Rubel, con los nervios a flor de piel y sin saber que podía estar pasando se acerco a la ventana y la abrió lentamente, con sigilo, ahí, a través de las luces de la ciudad y de la luna llena veía con asombro como decenas de personas pasaban volando ante sus ojos, todo como en su sueño, todos con alas como las de el, y donde todos eran atraídos hacia el cielo a través de un haz de luz azul celeste. Rubel había escuchado historias sobre llamamientos de elegidos, de gentes extraordinarias, donde desde el cielo, se requerían como ángeles para las legiones celestiales, en el cumplimiento de algún plan divino, esa fue la idea que cruzo por la mente de Rubel, veía con alivio y asombro que no era el único que había sufrido de esas extrañas protuberancias y las malas noches sin dormir. Aun así, se rehusaba a ser parte de cualquier otra cosa que no fuera su vida normal. De pronto, una atracción muy poderosa halo de el hacia afuera. Los esfuerzo por asirse de cualquier cosa fueron en vano, era mas poderoso que el, por ultimo desde el alfeizar de la ventana perdió sus ultimas fuerzas y fue elevado al cielo junto con otros cientos. Así fue viendo como la ciudad se fue haciendo más y más pequeña, hasta perderse en la penumbra de la oscuridad nocturna.

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